Juan Manuel Rosas es, sin dudas, uno de los villanos de la historia oficial, la de los Mitre, Sarmiento y Roca: llamado dictador, tirano, déspota, calificativos acostumbradamente aplicados a líderes populares latinoamericanos por las oligarquías vendepatrias. Su obra, de ser por los historiadores del establishment, se habría mantenido en las sombras durante toda la historia. Sin embargo, la historia argentina no tuvo siempre a la oligarquía apátrida y al imperialismo como ganadores. Afortunadamente, en épocas donde el campo popular llegó al gobierno, se comenzó a conocer la otra historia, la de los verdaderos patriotas y la de los genocidas y entregadores, la del pueblo, la de los olvidados. Hoy vivimos una de esas épocas, y que por iniciativa de la presidente Cristina Fernández de Kirchner podamos conmemorar este día tan glorioso para la patria, es toda una señal de ello.
Inglaterra y Francia pretendían obtener la libre navegación de los ríos interiores argentinos para explotar allí nuevos mercados para sus productos. Rivera, el gobernante unitario uruguayo, les concedió el privilegio en el río Uruguay. Rosas, en cambio, se negó a abrirles paso en el Paraná. Entonces, las dos potencias más importantes de la época procedieron a obtener la apertura a la fuerza. Corría 1845: Ya Rosas había repelido una invasión francesa en 1838. Esta vez, el pretexto era defender “la independencia de Uruguay”, ya que las fuerzas de Rosas, junto a las del caudillo oriental Oribe, sitiaban Montevideo para restaurar el gobierno federal. El objetivo real: conseguir la libre navegación, independizar el Litoral, fijar los límites entre Uruguay, Paraguay y el Litoral, y en caso de que Rosas se rebele, poner en Buenos Aires un gobierno fiel a los intereses europeos.
La derrota inicial de las fuerzas argentinas en Montevideo obligó a Rosas a organizar la resistencia en nuestro territorio. Las fuerzas invasoras se dividieron: el mercenario italiano Garibaldi arremetió contra las ciudades de las orillas del Uruguay, mientras que las potencias remontaron el Paraná. Hasta el 20 de noviembre, cuando en el recodo de Obligado hallan las cadenas gigantes que atraviesan el río y la zona fortificada y protegida por baterías por orden de Rosas. Las fuerzas lideradas por el general Lucio Mansilla resisten heroicamente pero la superioridad del armamento anglo francés se hace notar en las 7 horas de combate. Sin embargo, “la obstinación del enemigo”, según el almirante inglés, provoca un gran impacto en las tropas invasoras. Una de las batallas más importantes de la historia argentina terminaba con el sueño intervencionista de Inglaterra y Francia y grababa con letras de oro los nombres de Juan Manuel de Rosas y Lucio Mansilla, junto a sus miles de valientes, en el suelo patrio. La batalla, sin embargo, es tan importante como anecdótica dentro de un gobierno nacional y popular que no sólo en esta ocasión sino durante casi 20 años defendió los intereses de las clases populares, de la producción local y de la soberanía nacional.
Hoy, como siempre, es necesario retomar el legado de los Héroes de Obligado ante los avances del imperialismo, ya no a través de barcos sino con el FMI, la SIP, etc. Y no conciliar, no consensuar, mantenerse intransigente ante sus socios locales de la oligarquía entreguista: esos que a través de acusaciones absurdas e infundadas denuncian la “tiranía” en nombre del capital. Florencio Varela negociando la “tutela” británica no dista demasiado de más de un traidor que hoy sigue siendo títere de los monopolios, las corporaciones y el imperio. El legado del Restaurador, del General, de Néstor, no admite ni un paso atrás.
Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.
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